LUCHEMOS POR LA JUSTICIA
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LA TRAICIÓN

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Mensaje  Swiderska Mar Nov 04, 2008 4:48 pm

a traición supone una cobardía y una depravación detestable.
Barón de Holbach

Solo pensar en traicionar es ya una traición consumada.

La traición la emplean únicamente todos aquellos que no han llegado a comprender el gran tesoro que se posee siendo dueño de una conciencia honrada y pura.
Espinel

Más traiciones se comenten por debilidad que por un propósito firme de hacer traición.
La Rochefoucauld

La traición es arma de la que sólo se valen los que son incapaces de toda lucha franca y honrada
Pájaro mal nacido es quien ensucia en su nido.
Refrán

Frases de Refrán
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Al cuervo no agrada el asno vivo, sino muerto.
Refrán

Consideraciones personales acerca de la traición...
En el top ten de las palabras más detestadas y que más daño causan a las personas, casi de primera y como antesala al resto de la lista, se encuentra la traición. A simple vista, su uso parece reducirse a términos como amistad, amor, país e ideales, pero la mentada expresión va mucho más allá, llega hasta confines que sólo aquel que la practica puede explorar. Muchos pensarán que son inmunes a ella, puede que para unos cuantos sea impracticable en ámbitos que para otros es natural, pero la verdad es que todos, en algún punto de nuestra vida, hemos traicionado a alguien o, en el peor de los casos, a nosotros mismos.

Según el diccionario, traición es la falta de lealtad que se debe tener por algo o alguien que deposito su fe en nosotros... Partiendo de esto, la palabra en cuestión sólo parece englobar a los demás y excluirnos a nosotros mismos. ¿Esto es posible?, no lo creo. La verdadera naturaleza corrosiva de la traición sólo puede ser percibida por aquel supuesto cobarde que por un instante es valiente (hablo de una valentía extraña, incomprensible para aquel que es incapaz de practicarla, algo parecido al suicidio), observa todo lo que ha defendido por tanto tiempo y decide, con pesar, darle la espalda para entregarse a un momento, una palabra o a una acción que destruye por completo lo anterior. Por ende, el verdadero traidor, al igual que un asesino, está condenado por siempre a vivir con una doble cruz: la suya (por haberse traicionado a si mismo) y la de la persona o ideal que destruyó. Es el acto de flagelación máximo por recibir la peor condena: el tormento eterno de los demonios internos.

¿Qué tan fácil es traicionarnos a nosotros mismos? ¿Es sencillo traicionar a los demás? Las preguntas, al igual que las respuesta, varían dependiendo del enfoque. Para muchos es inaceptable fallarle a una pareja, otros prefieren sacrificar primero a un amigo antes que a ellos mismos. ¿Quién define qué es fallar o no? ¿Hasta que punto una mentira blanca no nos hace traidores? ¿Es aquel que miente por el bien de un ser amado un traidor? No existe una respuesta universal para esto. El único y mejor juez para determinar qué es traición y qué no es nuestra conciencia.

Todo en la vida es efímero: la confianza, el amor y la amistad, tardan años en nacer y se destruyen en segundos. La traición, en cambio, posee esa extraña cualidad de dilatar el tiempo de sufrimiento, acortar el tiempo de reacción para actuar y una vez echada las cartas sólo queda en nuestras manos el seguir viviendo bajo su yugo o no. Al igual que un conjuro que para ser destruido debe ser recitado al revés, para acabar con ella se debe tener el mismo valor que se tuvo para ejecutarla: hay que tomarla entre nuestras manos, ver en ella nuestro reflejo y afrontar las consecuencias del engaño. Para eso se necesita valentía... Por eso, a veces, los mayores valientes son aquellos que por su propia voz conocemos como traidores, honor que muy pocos pueden aspirar con la frente en alto.

¿Sabes cuál es la verdadera naturaleza de la traición? Que es traidora, que traiciona incluso a aquel que traiciona, y no tiene confines, como la sombra sobre el paisaje, empiezas por traicionar un amor, o un leve cariño, quiero decir, una cosa de nada, un gato por ejemplo, y acabas por llegar a ti mismo, pero tú no sabías que acabarías por llegar a ti mismo, pues entonces no hubieras dado el primer paso, y en cambio ese paso precisamente, una cosita de nada, que tan insignificante te parecía, se ha convertido en una catástrofe, en un aluvión, la riada te arrastra, tú braceas, braceas, no se puede nadar en la riada... ¿Me comprendes?"
Tristano muere, Antonio Tabucchi

..
¿Sabes? esas... acciones humanas, las he analizado muy bien, y sabes que he criticado mucho que se vean como acciones dañinas o malas o sin piedad.

Lo hice con la manipulación y la hipocresía. No creo que sean cosas de las peores, si finalmente todos la aplicamos alguna vez en nuestra vida. Todos...

Creo que traición se puede clasificar en que tan GRANDE o pesada es la tal. Allí radica el remordimiento tal vez, o el daño, o la valentía necesaria para el paso.

La traición es común, y exagerada.
..
...hay que preguntarse si las razones que le llevaron a traicionarse son de peso. Si ha valido la pena. Si la equivocacion no ha sido mas bien, una revelacion hacia lo predestinado...
saludos..

.
La traición y las mentiras para mi son asquerosas... no hay nada que me duela más que ellas...
saludos!

no lo llamaria traición sino, cambio de perspectiva de la situación, los principios y las limitaciones que siempre nos hemos puesto las personas.
Pero, para usar tu término diría entonces: traiciona sólo cuando era algo que tenía que pasar. Bueno, al menos yo lo veo así. Obviamente, siempre hay que tratar de no tracionarse así mismo ni a los demás.
saludos!

..
la traicion deja de ser traicion cuando obedece a convicciones, y si son estas las que te llevan a cometer un acto que alguien podria calificar de tal forma, entonces se convierte en un asunto de puntos de vista. lo que para ti puede ser un acto sublime en el que obedeciste a tu razon y a tu corazon, puede ser visto como un acto vil por la otra parte. la peor traicion es la que cometes contra tus propios valores.



No me voy a referir a persona alguna, aunque para nadie es un secreto, que al revelar las característica de la conducta resbalosa que de ordinario observamos en los políticos herederos de la cuarta república venidos a la revolución con sus mañas, seguramente hallaremos con facilidad la o las, personas que de ordinario exhiben sus babosas destreza para simular, engañar y emboscar las políticas revolucionarias sin menoscabo de ningún compromiso ético con los valores de lealtad, lucha y compromiso que implica nuestra conciencia de cambio sustancial y profundo por la vía pacífica democrática.

Para nadie es un secreto, que a lo largo de estos años de gobierno bolivariano, hemos visto como muchos de los en el pasado se plegaron a la corriente plutócrata que asaltó el estado durante la segunda mitad del siglo XX, se colearon por conveniencia en el proceso, solo con el fin de moverlo todo para no cambiar nada. Pero como bien lo dice el dicho popular, "maña vieja es costumbre", pues, ahora su pasado los delata, sus prácticas cotidianas los desenmascaran y su pobreza discursiva divagante los coloca al borde de la línea de la traición al pueblo.

Si, traición al pueblo que por un instante acepto a contra viento la idea de que estos personaje del averno cuarta republicano, al apoyar electoralmente al presidente Chávez, asumirían una nueva actitud consustanciada con las exigencias históricas del momento. Pero no, simplemente vinieron al proceso a sobre guardar sus ilegítimos intereses particulares, expresado en parcelas territoriales y políticas, que le garantizaran la satisfacción de sus patéticas ambiciones.

Pero lo lamentable de esa conducta, no es que los manifiestos traidores de oficio la practiquen, sino que, algunos militantes las asuman como sinónimo de hacer político, y emulen dichas prácticas en todos los escenarios sociales, bailando en la cuerda floja con los vaivenes propios de quien no tiene ninguna firmeza ni lealtad a nada ni nadie.

Es importante destacar, que no se trata negar la disidencia, la contradicción y el debate, propios de toda discusión revolucionaria, por el contrario, de lo que se trata es aclarar el modo operandi con el cual estos tránsfugas, por un lado están en la revolución y por el otro coquetean con la oposición. Por supuesto, que dado el descalabro de la oposición, cualquier traidor devenido del chavismo, es bienvenido en los medios partidos para condimentar sus histéricas líneas editoriales.

La pregunta es: ¿Por qué amagan y no se van?, y la respuesta esta en la misma propuesta de reforma. A este grupo de guabinozos les aterra que una vez aprobada la misma, el poder popular derroque la hegemonía de gobernadores y alcaldes que no están a la altura de los cambios. Es mas, me atrevo a asegurar, que muchos de ellos ya sacaron sus cuentas, y ven como al perder el poder de administran a su antojo, los recursos para la ejecución de obras públicas, compra de bienes y pagos de servicios, se les escapen las jugosas comisiones, con las cuales históricamente ellos pasaron de la pobreza, a la opulencia, del carrito de perro calientes al carro de lujo, del barrio o urbanización popular a la mansión ubicada en los guetos de la mas rancia burguesía.

Afortunadamente nadie quiere a los traidores, y como dijo Napoleón, "al traidor lo escuchamos hoy y lo fusilamos al amanecer", y aunque los revolucionarios siempre tuvimos el ojo pelao con los coleados, fue finalmente la estirpe de hipócritas traidores, la que los expone a la luz para que no quede duda de quienes son. Nuevamente el río de la revolución depura su cause, profundiza su canal llevando la mayor suma de felicidad posible al pueblo. Patria Socialismo o Muerte, Venceremos.


El carácter público del texto autobiográfico es la principal causa que promueve su censura; basta revisar la bibliografía de diarios y cartas publicados, nos dice Arriaga Flórez,1 para comprobar la mutilación que han sufrido antes de su edición. Los familiares, albaceas literarios, etc., intervienen, recomponen, vetan, alteran el manuscrito no sólo suprimiendo nombres, referencias de terceras personas, sino también censurando al propio escritor. El libro que llega a manos del lector es un texto reconstruido al gusto del mercado y según la ideología de la casa editora.

Con los diarios de Pizarnik han ocurrido dos cosas: primero, cuando la autora regresó a Buenos Aires quiso reescribir algunas entradas para publicarlas en revistas literarias, y segundo, después de 30 años de su muerte su albacea ha suprimido más de 120 entradas, además de excluir casi por completo el año 1971, y en su totalidad el año 72. Las omisiones están distribuidas a lo largo del diario, cuya materia suele referirse a temas sexuales o íntimos. También se excluyeron fragmentos de textos narrativos que muestran las costuras de la escritura, que a posteriori serán reelaborados para su publicación. La edición de Lumen siguió el modelo editorial que empleó Leonard Woolf, basado en tres tipos de fragmentos. En la primera se encuentran ciertos párrafos en los que se utiliza el diario como método para practicar o ensayar su arte literario. En la segunda, tenemos unos pasajes que a la autora le servían de materia prima para escribir. Y en tercer lugar, comentarios de libros que estaba leyendo. Así mismo, el marido de V. Woolf decidió no indicar las omisiones alegando que "los puntos suspensivos hubieran fatigado al lector", también en este punto coinciden.
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Mensaje  Swiderska Mar Nov 04, 2008 4:50 pm

A partir del año 54, la escritora argentina comenzó a llevar un diario, y alrededor de 1965 seleccionó las entradas de los años que vivió en París —cuatro en total— y las modificó casi en su totalidad. El texto reescrito es una especie de "autoedición" que, parece tener dos objetivos: uno personal y otro literario. A nivel personal, eliminó las referencias sobre su madre y lo que estaba "pasado y acabado" a nivel personal se convirtió en material literario. Hubo dos publicaciones, la primera, Diario 1960-1961, 2 cuyas dieciocho prosas poéticas, en su mayoría breves, formaban parte de un proyecto más ambicioso: "...una especie de diario dirigido a (supongamos Andrea), es decir: no serían cartas ni un diario común. Podría estar dividido en dos o tres partes. Una dedicada al amor, la otra a la angustia, la tercera a mon dieu!!".3 El material original se redujo a un resumen con dieciocho entradas que recogía retazos de una escritura hecha día a día. La primera fechada el 1 de noviembre de 1960, dice: "Falta mi vida, falto a mi vida, me fui con ese rostro que no encuentro que no recuerdo". Y la última, del 14 de enero de 1961: "Soñé con Rimbaud. Par litterature, j’ai perdu ma vie". El narrador hace un recuento de sus fracasos, dolencias psicosomáticas, y derrotas amorosas. Pizarnik biográfica se convierte en personaje y a la postre en mito de sí misma. La segunda, Fragmentos de un diario, París, 1962-1963 4 son anotaciones despojadas de lo confesional y convertidas en complicados aforismos literarios. La exigencia formal, casi perfecta, desvirtúa lo que se cuenta y rompe la apariencia de lo real. De la misma manera, no hay crescendo en los pensamientos y visiones, sino un conjunto de espejismos contrapuestos.

En el caso de la edición póstuma,5 tenemos que la selección de sus diarios (1954-1971) se hizo siguiendo el criterio de Myriam Pizarnik, hermana de Alejandra y legataria de su obra, quien exigió que se hiciera una selección de fragmentos de contenido literario evitando las referencias a la vida privada de la escritora y de las personas mencionadas. Así, en el prólogo de la edición 2003 se dice lo siguiente: "He tenido en cuenta el principio de respeto a la intimidad de terceras personas nombradas, aún vivas, y a la intimidad de la propia diarista y de su familia".6 Los argumentos de Becciu no satisfacen el rigor de los criterios filológicos, ni tampoco las exigencias de una edición "memorable". En primer lugar porque no se sabe exactamente qué criterios sigue para excluir por completo fragmentos de la versión original por entradas corregidas por Pizarnik. El cuaderno que abarca los años 1962-1964, alega la editora, fue concebido para ser publicado y que "podría considerarse la fase final de reescritura"; en vista de lo cual la albacea literaria decide pegar los fragmentos trabajados al texto original, produciendo al final un collage o en el mejor de los casos un palimpsesto. En segundo lugar, como bien lo señala Nora Catelli, el carácter supuestamente hiriente de determinados pasajes no es razón suficiente para suprimirlos, si se tiene en cuenta que han transcurrido treinta años desde su fallecimiento. La mutilación de un corpus diarístico puede hacerse, pero ello a condición de anunciar y explicar los criterios de selección con claridad en el prólogo. En el caso de Virginia Woolf, su marido lo expurgó antes de su edición, pero él nos dio explicaciones del porqué de una primera versión censurada: "...casi siempre es un error publicar parcialmente diarios o correspondencia, de manera principal cuando las omisiones se efectúan con la finalidad de proteger la sensibilidad o la reputación de personas vivas. Casi siempre, las omisiones alteran u ocultan la verdadera personalidad del autor del diario o de la correspondencia y dan lugar a un cuadro académico, en el plano material, al eliminar arrugas, granos, ceños y asperezas. En el mejor de los casos, e incluso tratándose de diarios sin expurgar, nos dan un retrato deformado o parcial del autor, debido a que, tal como Virginia Woolf advierte en este diario, fácilmente se incurre en la costumbre de hacer constar un determinado estado de ánimo como, por ejemplo, el de irritación o de infelicidad, y de no escribir el diario cuando se experimentan estados de ánimo opuestos. En consecuencia, el retrato es, desde el principio, desequilibrado, y entonces, si otra persona deliberadamente elimina otro rasgo del autor, el retrato se transforma en una simple caricatura".7 La afirmación de que el Diario publicado no es un "relato de vida" sino un "diario literario" —además de justificar la señalada censura previa— es una tergiversación que la propia lectura de los textos seleccionados se encarga de desmentir en más de una entrada.


Corten la alimentación eléctrica e invadan el museo. Pongan barricadas a su entrada y una escultura de Richard Serra. Cubran sus ventanas con pinturas de Gerhard Richter. Transformen el jardín de esculturas en una cooperativa de producción orgánica. Renueven la sala de eventos para transformarla en una guardería o jardín de niños. Pongan la cafetería bajo la supervisión de personas sin domicilio fijo. A pesar de esta rebelión hipotética, es evidente que el poder institucional sigue en pie. Como la gravedad que emana de una estrella colapsada, ésta nos atrae hacia la misma órbita de la que hemos querido escapar, porque, a pesar de nuestras protestas, continuamos amándola -o por lo menos a amar la imagen desinteresada que proyecta- más de lo que la estrella podría amarse a sí misma. La posición simbólica del museo sigue siendo inseparable de las nociones de espacio público, de cultura democrática y de la ciudadanía misma, más allá del grado de efectividad con el que el museo cumpla realmente sus objetivos y obligaciones. Es éste el escándalo que mi ensayo trata de entender. No obstante, la exploración del aspecto, del funcionamiento y del papel que debería desempeñar un museo liberado y posrevolucionario en el seno de la comunidad local constituye un enfoque que ha sido a menudo desarrollado por artistas más jóvenes y socialmente comprometidos que han crecido con la inquietud de la forma virtualmente convencionalque ha tomado la crítica institucional, lo cual es alentador. Sin embargo, cuando esta actitud se une con un rechazo absoluto al poder institucional, puede entonces provocar una fantasía en la que una mentalidad simple de tipo "nosotros contra ellos” reemplaza las oportunidades críticas que han sido abiertas gracias a la atracción hacia el otro.

Hoy, el artista, el escritor, el curador o el administrador que están socialmente comprometidos deben enfrentarse ante un hecho muy desagradable: ¿Cómo y porqué las grandes y en el fondo conservadoras instituciones, incluyendo los museos y las universidades, fascinan al fin y al cabo a sus críticos más desafiantes y a sus oponentes más radicales? Si el fin de la guerra fría (y del modernismo) ha traído un nuevo nivel de inclusividad cultural para estas instituciones culturales, ¿qué podemos entonces decir de lo que se ha vuelto la noción que una vez fue desafiante de contra-cultura? Será tal vez herético el proponer lo siguiente, pero si estamos de acuerdo en decir que el poder institucional no es un fantasma, puedo entonces sugerir que la función institucional -para trabajar de nuevo con una expresión de Foucault- es sólo raramente dirigida de manera precisa ni fundamentalmente represiva hacia su otro. En este sentido, ¿no están los museos, las universidades, las corporaciones e incluso tal vez las fuerzas armadas plagadas de disfunciones administrativas, de redundancias e incluso, de conflictos internos a veces desestabilizadores? Además, su eficiencia intermitente en el campo de batalla cultural o militar ¿no es a menudo el resultado más de una escala de magnitud que de una organización eficiente? Naturalmente, los administradores, los ejecutivos y los curadores se pondrán en última instancia siempre del lado de la función institucional. Sin embargo, en cualquier punto anterior a este empalme crítico, hay intrigas, asuntos e infidelidades de un gran potencial para los activistas políticos, para los intervencionistas y para los radicales de la cultura.

Hoy, incluso las artes más formales expresan una pretensión de tener relevancia social. Se ha vuelto casi de rigor hacer referencia explícita a cuestiones políticas, a la diversidad cultural, al género y a la identidad sexual(cada vez menos, hay que agregar, a la clase social o a la desigualdad económica). De hecho, este tipo de rutinas puede ser lamentable por razones tanto políticas como artísticas. Aún, partiendo de la perspectiva de un artista activista y políticamente comprometido o de un organizador, este tipo de ambición intra-institucional y liberal puede, de hecho, ser útil a pesar de ser fuente de frustración. Útil, ya que una cierta cantidad de trabajo político verdadero puede ser "apalancada” a través de ésta, y fuente de frustración ya que los curadores, los artistas, los administradores de los museos y los académicos por descuido confunden el tipo de transgresión simbólica que sucede dentro del museo con un activismo directo y político que ocurre en los niveles jurídico, penal e incluso en los niveles globales de la sociedad.

El reflejo de hacer que el arte sea socialmente relevante parece haberse acelerado tras la caída de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría. Esto se debe tal vez al hecho de que los artistas de los EE.UU. no tuvieron ya más necesidad de demostrar al mundo una fidelidad absoluta con la individualidad como la demostrada por el expresionismo abstracto de los años cincuenta. Al mismo tiempo, sin embargo, nuevos fundamentos para justificar la cultura fueron necesarios después de la "caída del muro”. Una manera de hacer las cosas que cumplió con este desafío se enfocó en las prácticas basadas en la pertenencia comunitaria. De esta manera, durante estos últimos quince años, hemos visto a la Fundación Nacional para las Artes (NEA, por sus siglas en inglés) darle un apoyo creciente al arte como una profesión educativa e incluso terapéutica. Contrariamente a esto, al final de los años setenta y al principio de los años ochenta, el arte directamente implicado en los asuntos sociales concretos era rechazado como utilitarista y como no suficientemente abstracto para ser tomado en serio. A pesar de que pueda parecer difícil de comprender hoy en día, en 1975 la resistencia contra todas las formas de contaminación de los altos estándares culturales mediante la política hizo caer al equipo editorial de corta vida de John Coplans y Max Kozloff de la revista Artforum. Coplans y Kozloff habían traído a la influyente revista especializada un grupo de historiadores de arte y de escritores radicales como Carol Duncan, Allen Sekula, Lawrence Alloway, Alan Wallach, Eva Cockcroft y Patricia Hills. Estos escritores se atrevieron a sugerir que el arte no es una expresión autónoma de una verdad transcendental, sino una parte integrante del mundo social. Hilton Kramer, entonces el principal crítico de arte del New York Times y a la vez ardiente guerrero frío hizo en ese momento un llamado abierto a los negociadores de arte para que boicotearan la revista. En lo que puede ser considerado como un golpe de estado virtual, Coplans y Kozloff fueron ambos despedidos de sus respectivos puestos[1].
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Mensaje  Swiderska Mar Nov 04, 2008 4:50 pm

Hacia el fin de los años setenta, algunos artistas políticamante comprometidos se volvían cada vez más sofisticados en su mezcla del ámbito simbólico de la elaboración artística con las necesidades prácticas del activismo político. Contrariamente a una generación anterior, ejemplificada por Donald Judd o Carl Andre, que se opusieron a la guerra de Vietnam y que apoyaron el movimiento de los Derechos Civiles y que sin embargo siguieron siendo minimalistas devotos, muchos artistas posformalistas colaboraron tanto entre ellos como también con los ambientalitas, con los activistas anti-nucleares y del derecho a la vivienda y con los trabajadores sociales, produciendo de esta manera un campo heterogéneo de formas y estilos artísticos que tomaron en cuenta las cuestiones sociales. Una lista incompleta de organizaciones que operaron en el área de Nueva York entre 1979 y 1982 incluye las organizaciones siguientes: PAD/D o "Political Art Documentation and Distribution” y "Group Material”; organizaciones anti-nucleares como "Artists for Survival” y "Artists for Nuclear Disarmament”, el grupo asiático-americano "Basement Workshop” basado en la pertenencia comunitaria; activistas mediáticos incluyendo "Deep Dish” y "Paper Tiger Television” y los colectivos feministas "No More Nice Girls”, "Heresies” y "Carnival Knowledge”. Esta lista podría además ser reclasificada para hacer resaltar a proyectos específicos como el "Women's Pentagon Action” y el "Anti-WW III Show”; el "Real Estate Show”, una exposición anti-gentrificación organizada por un grupo de "Colab”, puesta en escena en el espacio de un squat en el Lower East Side; "Bazaar Conceptions”, una "feria callejera” en favor del derecho al aborto organizada por el "Carnival Knowledge” y una subasta de arte para ayudar a financiar un centro de mujeres en Zimbabue organizada por el colectivo ultra-izquierdista "Madame Binh Graphics” del cual algunos miembros fueron después detenidos en la isla de Rikers en conexión con el infame robo Brinks en el norte del estado de Nueva York[2].

Cuando hablamos entonces de activismo político al interior del museo, como lo afirmó un eminente curador de arte contemporáneo hace varios años, es importante contrastar el tipo de compromiso material y crítico que he descrito en los párrafos anteriores, con los ensayos que hablan sobre "subvertir el marco institucional” o sobre "transgredir” las convenciones de representación o los modos de visualización.

Para sintetizar brevemente entonces y partiendo de la perspectiva de una práctica políticamente comprometida, sea cual sea el motivo para establecer una alianza entre el mundo del arte de la posguerra fría con un contenido social, éste debe ser descifrado como un espacio potencial para el encuentro. Pensar de otra forma, quedarse en posición de confrontación a toda relación institucional, consiste en asumir la posición ideológica más confortable posible. Esto deja a la institución en manos de los administradores y de los intelectuales que califican el impulso hacia la justicia económica y política como algo irrealizable, dirigiéndose en lugar de esto hacia la exploración melancólica de la significación personal o hacia la indulgencia ligera con la cultura popular. En consecuencia, la moda actual de lo políticamente correcto (para usar una expresión que no me gusta, pero que tiene perfectamente sentido en este contexto) es útil porque que provee un impulso para una cierta medida de trabajo político comprometido[3].

Tal vez la manera más clara de despejar este dilema es bajo la forma de una pregunta. ¿Cómo puede el artista aprender a usar una porción del poder institucional manteniendo al mismo tiempo una distancia y un margen de autonomía en relación con la institución? Al mismo tiempo, tenemos la necesidad de establecer interrogantes éticas que se encuentran abiertas – no sólo para los artistas sino también para los curadores y administradores de arte que apoyan esta iniciativa y que trabajan "al interior”. En otras palabras ¿cuál es la naturaleza de la contradicción que estos lazos potencialmente peligrosos pueden producir?

Partiendo de mi propia experiencia, los artistas que trabajan en los depósitos abandonados y en los talleres subterráneos, en los centros cooperativos y en los squats urbanos, creen que las grandes estructuras institucionales operan con una precisión de tipo militar para desactivar estratégicamente las prácticas de las base de resistencia. En respuesta a esto, toda práctica de oposición viable se ve obligada a establecerse constantemente en un perímetro cada vez más alejado de la zona hegemónica institucional en expansión. Sin embargo, incluso con esta posición exterior extrema, que se encuentra a una distancia suficientemente alejada del discurso y de la economía del museo, hay una forma de fidelidad tácita hacia la esencia institucional del museo. Hay también una vago reconocimiento de que la pasión que sostiene y lleva a la oposición es motivada tanto por una afinidad hacia los ideales fracasados de tales instituciones como por una hostilidad declarada hacia el poder institucional, ya que incluso el colectivo, grupo artístico o colaborador político más fugitivo y descentralizado requiere de una cierta forma de estructura operatoria, un tipo de arreglo institucional y de una estructura de organización sin que importe realmente si es enunciada o bien espontánea e informal. Pensar lo contrario implica naturalizar y mistificar lo que es un tipo específico de relación contractual entre individuos que tienen intereses comunes (dentro de los cuales encontramos a menudo la amenaza percibida o real de ser aplastados por la hegemonía institucional). Y seguramente en un cierto nivel, tanto el museo como su contraparte –las organizaciones culturales informales resistentes y residuales – reconocen que la institución centralizada estrictamente hablando no existe. En lugar de esto está construida dentro de un campo de ideas como de variables económicas que están conjuntamente, aunque desigualmente compartidas, por el centro y los márgenes. Esto significa que los los activistas deben desarrollar la fineza de ver el museo y también a la universidad o a la corporación como basadas virtualmente sobre la productividad colectiva de aquellos a los que regula. En el caso del museo, esto incluye naturalmente a los artistas, pero también al personal de lo museos y al público que los frecuenta. Para parafrasear al filósofo Gilles Deleuze, la institución es un aparato de captura. Pero ¿qué atrapa este aparato? Logra atrapar el entusiasmo de los artistas, por lo menos durante un breve instante. (Siempre es necesario preguntarse, ¿cuáles ideas peligrosas o incluso traidoras se derraman dentro de la institución como resultado de este secuestro que es también una infección?)

Finalmente, si uno se describe a sí mismo como artista y al mismo tiempo como ser político o lo que Pier Paolo Pasolini llamaba un "ciudadano poeta” hay que sentirse entonces incómodo con el neoliberalismo de las instituciones de la posguerra fría, especialmente aquellas que parecen demasiado deseosas de adoptar formas prudentes de disidencia política, incluyendo la demanda no formulada de que los curadores sean culturalmente inclusionistas y socialmente progresistas. A pesar de esta incertidumbre y de nuestras fidelidades compartidas, debemos ahora seriamente considerar abordar de nuevo la idea de autonomía crítica que grupos como el PAD/D trataron de establecer hace más de veinte años. No hago aquí referencia a la noción modernista de autonomía en la cual el objeto artístico es celebrado como algo en-sí y por-sí mismo, trascendiendo la vida cotidiana. Quisiera más bien proponer la reintroducción del concepto de un modo de producción y de distribución cultural que auto-valide y que se sitúe al menos parcialmente afuera de los confines de la matriz del arte contemporáneo como también de los mercados globales. En otras palabras, un activismo autónomo auto-consciente en el cual los artistas producen y distribuyen una cultura política independiente, que usa a las estructuras institucionales como recursos y no como puntos de conclusión o finalización. Como argumentan los teóricos Michael Hardt y Antonio Negri, el capitalismo puede estar transformándose en un fantasma que circula por la arena global, pero:
"alrededor de él se mueven procesos radicalmente autónomos de auto-valorización que no solamente constituyen una base alternativa de desarrollo potencial, también representan una nueva base constituyente.”[4]

Naturalmente, una tal autonomía crítica no podría existir demasiado tiempo en estrecha proximidad con instituciones voraces como los museos de arte, los kunsthalles o las bienales internacionales. Esta lección ha sido bien aprendida desde los años ochenta, cuando un grupo selecto de artistas fue escogido para representar "el arte político” al interior de la industria cultural dominante.[5]
No, lo que se requiere es un programa de robo y de sedición a largo plazo con el objetivo de romper y de reapropiarse del poder institucional con objetivos específicamente políticos. Una vez más, el trabajo originario de colaboraciones autónomas, incluyendo al PAD/D y a los grupos REPOhistory, RTMark, Sans Papiers, Temporary Services, UltraRed ou Ne pas Plier y al Colectivo Cambalache, para mencionar solo a algunos ejemplos activos en Estados Unidos y en Europa, pueden servir como modelos provisionales.

¿Pero qué pasa con nosotros ? Nosotros, intelectuales sin fe, artistas, curadores y administradores, incluido yo? Tenemos necesidad de olvidar activamente la naturaleza complicada de nuestra situación intrincada. Debemos romper con las bien cuidadas rutinas de la fidelidad y de la traición que circulan tanto al interior como al exterior del museo y movernos hacia el reconocimiento del potencial radical ya presente en la acción colectiva. Como Passolini consideraba:



[1]Una década más tarde, Lucy R. Lippard fue despedida de su puesto en el Village Voice, aparentemente a causa de su entusiasmo político que le impidió escribir una crítica de arte "objetiva".


[3]Un ejemplo de apalancamiento es la serie de exposiciones tituladas "Mumia 911" que se realizaron a través de los Estados Unidos durante el otoño de 1999. Estas atrajeron no solamente la atención, sino que también dieron un apoyo material para confrontar la brutalidad de la policía y el racismo institucionalizado. Mumia 911 estaba compuesto por decenas de exposiciones, instalaciones y conciertos y contribuyó a recoger firmas y apoyo público para un nuevo juicio imparcial para el activista afro-americano y vocero Mumia Abul Jamal que estuvo sentenciado a muerte en Pennsylvania durante los últimos diecisiete años, acusado de asesinato de un oficial de policía de Filadelfia. Grupos de defensa de Derechos Humanos condenaron su sentencia como ligeramente viciada e incluso políticamente motivada por un departamento de policía vengativo, conocido por su racismo y por su corrupción. Paralelamente al establecimiento del apoyo necesario para un nuevo proceso, la coalición enfocó la atención del público en torno al número desproporcionado de personas no blancas encarceladas y que se encuentran condenadas a muerte en los Estados Unidos.
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Mensaje  Swiderska Mar Nov 04, 2008 4:51 pm

La política como pasión y traiciónn

Escrita en 1929, esta biografía de Joseph Fouché (1759-1820) desde la Revolución Francesa hasta la caída y postrimerías del Imperio napoleónico descubre la psicología de un animal político excepcional. “Traidor nato, miserable intrigante, puro reptil, tránsfuga profesional, vil alma de corchete, deplorable inmoralista”, son los calificativos que la historia guarda para este personaje.


Un hombre que en 1790, antes de la revolución francesa, era profesor en un seminario, en 1792 saqueaba y quemaba las iglesias, votó a favor de la muerte de Luis XVI y María Antonieta, en 1793 era un exaltado ministro jacobino, cinco años después era multimillonario, diez años más tarde era duque y ministro nombrado por Napoleón y en 1815 se casa bendecido y nombrado de nuevo ministro por el rey Luis XVIII, hermano del rey a quien Fouché pidió asesinar. Y mientras todo eso sucedía, por su puerta iban pasando los cadáveres de los hombres más poderosos de Francia, Luis XVI, Robespierre, Napoleón...


Su secreto siempre fue “cambiar rápidamente de chaqueta siguiendo la nueva dirección del viento”. “Estos osados virajes, este descarado pasarse al otro bando a plena luz del día, esta huida al lado del vencedor, son el secreto de Fouché en la lucha”. Por eso, en plena fiebre de la guillotina francesa, ante las acusaciones de excesivamente moderado puede defenderse con sus sentencias de muerte cuando fue gobernador de Lyon. Y si son los moderados quienes la acusan de sangriento, podrá recordar que son los jacobinos quienes le acusan de moderado.


“Los gobiernos, las formas de Estado, las opiniones, los hombres cambian, todo se precipita y desaparece en ese furiosos torbellino del cambio de siglo, solo uno se queda siempre en el mismo sitio, al servicio de todos y todas las ideas: Joseph Fouché”. Después abandonará y traicionará a todos, “a los girondinos, a los partidarios del Terror, a Robespierre y los termidoristas, a Barras, su salvador, al Directorio, a la República, al Consulado, a Napoleón, a Luis XVIII”. Porque la traición en Fouché no es tanto “su intención, su táctica, como su más auténtica naturaleza (...). En la lucha no está con nadie, al final de la lucha siempre con el vencedor.”


Sus enfrentamientos con los tres hombres más poderosos de Francia en su época, Robespierre, Napoleón y Luis XVIII provocarán los episodios más psicológicamente excitantes de la Historia de la Revolución. A punto de perder la vida a manos de cualquiera de ellos, los pudo sortear e incluso pisotear cuando llegó el momento.


Uno de los secretos de Fouché es la discreción, nunca estaría en primera línea del combate político e ideológico, lo suyo eran las bambalinas. Escondido entretelones “siempre es otro el que paga con su sangre por las palabras y la política de Fouche´”.


Incluso los duros momentos de la vida de Fouché sirven para mejorarlo y endurecerlo, “para el verdaderamente fuerte, el exilio jamás es una minoración, sino un reforzamiento de sus fuerzas”.




La narración descubre momentos antológicos. Como cuando siendo ministro de Policía en el Termidor de la Revolución en 1799 entra en el club radical de los jacobinos acompañado de los gendarmes. Sus miembros, creyendo ver en él a su antiguo compañero ideológico se ponen en pie. Sin titubear, Fouché sube a la tribuna donde antes lanzaba sus arengas y declarar lisa y llanamente cerrado el club sin que a nadie le de tiempo a reaccionar. “Una vez que la sala está vacía, camina tranquilamente hacia la puerta, la cierra y se guarda la llave en el bolsillo. Y con esa vuelta de llave termina realmente la Revolución francesa”.




Durante su cargo de ministro, la diplomacia y el manejo de la información fueron su secreto. “¿Por qué hacerse impopular con ningún partido, con los jacobinos o los realistas, con los moderados o los bonapartistas, mientras no se sepa cuál estará la timón mañana?”.


En las vísperas de la llegada al poder de Bonaparte, Fouché logra aparentar fidelidad a todos. “Si Bonaparte se impone, naturalmente esta noche Fouché será ministro y fiel servidor; si fracasa, seguirá siendo el fiel servidor del Directorio, dispuesto gustosa y fríamente a encarcelar a los rebeldes”.




En 1804 Fouché vuelve a ser ministro nombrado ahora por Napoleón. “Por quinta vez, Joseph Fouché presta un juramento de fidelidad; el primero fue al entonces todavía gobierno real, el segundo a la República, el tercero al Directorio, el cuarto al Consulado”.


En junio de 1815, con la definitiva caída de Napoleón, Fouché alcanza su zenit del poder. “A sus cincuenta y seis años (...), de pequeño y pálido hijo de comerciantes a triste y tonsurado profesor de curas, luego tribuno de la plebe y procónsul, finalmente duque de Otranto, servidor de un emperador, y ahora, por fin, servidor de nadie más, por fin gobernante único de Francia. La intriga ha triunfado sobre la idea, la habilidad sobre el genio. Una generación de inmortales ha caído a su alredadedor. Maribeau muerto, Marat asesinado, Robespierre, Desmoulins, Danton guillotinados, su compañero de consultado Collot en el destierro en las islas de las Fiebres de Guayana, Lafayette liquidado, todos, todos muertos y desaparecidos, sus compañeros de la Revolución”.


“Y como ya no tiene señor alguno al que traicionar, no le queda otra cosa que traicionarse a sí mismo, a su propio pasado. Devolver la Francia vencida a su antiguo soberano fue en ese instante una auténtica hazaña, policía correcta y audaz”. Es entonces cuando vende Francia a Luis XVIII a cambio de un puesto de ministro. El nuevo rey tendrá que admitir en su gobierno a quien veintidós años antes condenó a muerte a su hermano. La primera función de Fouché como ministro será elaborar la lista negra con todos los nuevos proscritos que no demostraron lealtad al rey. Así lo hará sin dudarlo. “Solo falta uno, el de Joseph Fouché, el duque de Otranto. Aunque en realidad no falta. También el nombre del duque de Otranto está en esa lista. Pero no en el texto, como el de un ministro napoleónico acusado y proscrito, sino como ministro del rey, que envía a la muerte o el exilio a todos sus compañeros: como el de verdugo”.


Sin embargo, poco le duró la excepción. Quien trajo a Luis XVIII al trono de Francia es ahora bajo este rey excluido de toda amnistía y condenado al destierro de por vida de Francia. Se diría que el mayor traidor ha sido traicionado y superado en deslealtad por el Borbón Luis XVIII. ¿Se llevará ese carácter en el código genético como la “capacidad” de reinar?. “Tarde, pero con intereses de usura, Fouché tendrá que pagar ahora su culpa de no haber servido jamás a una idea, a una pasión moral de la Humanidad, sino siempre y únicamente al favor perecedero del momento y de los hombres”.




Pero por muy excitante y excepcional que fuese la vida de Fouché ningún placer encontraríamos en conocerla sin la brillante pluma del autor de esta biografía, Stefan Zweing. Nacido en Viena en 1881, hijo de un poderoso industrial, y muerto en Brasil en 1942,durante sus años de juventud recorrió Europa, trabajando como traductor y colaborando en distintas publicaciones. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, manifestó su posición pacifista. Ante la implantación cada vez mayor de las fuerzas nazis en Austria, emigró a Londres. Fue en Salzburgo donde escribiría sus mejores obras. Entre ellas destacan “Cuerdas de plata”, un ejemplar donde reúne su poesía, y novelas como “Jeremías”, “Amok”, “El jugador de ajedrez”, “La piedad peligrosa” o “La confusión de los sentimientos”. Además de la biografía de Fouché escribió la de algunos de los personajes más grandes de la literatura como Dickens o Balzac o de personajes históricos como María Antonieta o Erasmo de Rótterdam.


Tras leer esta obra al lector el lector se verá obligada a un saludable ejercicio y reto mental: abrir el periódico del día y buscar a Fouché.

La traición del Partido Popular

Sinceramente, no me esperaba que el PP acabara apoyando la "realidad nacional" andaluza. Supongo que lo ha hecho por dos razones; una, la de intentar aguar un poco el estatuto andaluz, reduciendo lo que llegó al Congreso desde Andalucía a algo menos extremista; y dos, no quedarse solo una vez más en una votación importante.

Pero no me basta. El Partido Popular había iniciado con su ofensiva contra el estatuto catalán una defensa de España como Nación, lo que implicaba un ataque a esa supuesta España nación de naciones que quieren muchos nacionalistas. Pues bien, eso ha quedado en nada con este apoyo. ¿Cómo oponerse ahora, por ejemplo, a que Galicia sea declarada también "realidad nacional" o semejante en la reforma estatutaria que se avecina?
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LA TRAICIÓN Empty 5ºLA TRAICIÓN

Mensaje  Swiderska Mar Nov 04, 2008 4:52 pm

Es cierto que los males de semántica (que implican mucho, en contra de lo que opina en público Rajoy ahora) vienen de lejos. Tan de lejos como la Constitución Española, porque es difícil de digerir esto:

Artículo 2. La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.

Porque decir que España es Nación, para luego hablar de nacionalidades dentro de de esa Nación no puede ser sino una evidente contradicción. Pero un error no se soluciona con otro error mayor, y aceptar ahora no ya las nacionalidades, sino las realidades nacionales, es ir en un camino que es totalmente contrario a esa unidad de la Nación española que proclama ese mismo artículo constitucional.

Eso por no hablar de otros conceptos del estatuto andaluz que no son más que una copia del estatuto catalán, y que en el catalán fueron rechazados por el PP y recurridos ante el Tribunal Constitucional, pero ahora son aceptados en el andaluz, como muy bien podemos leer aquí:

El PP apoya el texto andaluz pese a que contiene varios puntos similares a los introducidos por el Estatuto catalán y que, en ese caso, motivaron un recurso de este partido ante el Tribunal Constitucional. Así, ambos textos, entre otras cosas, dan atribuciones a un Consejo Audiovisual sobre los medios privados, limitan el alcance de la legislación básica y exigen representación en determinadas instituciones del Estado.

A mi entender hubiera sido mucho más coherente por parte del Partido Popular votar en contra del estatuto andaluz y recurrirlo ante el TC. Si el recurso prosperaba, dejaba a todos con un palmo de narices, y si no prosperaba, aceptaba la sentencia y con ella el estatuto.

Pero no, el Partido Popular ha preferido traicionar la defensa de la Nación española y a los que creíamos en dicho partido como defensor. Mucho me temo que a no muy largo plazo esa traición va a tener caras consecuencias en otras reformas estatutarias, como la ya mencionada de Galicia y la más peligrosa del País Vasco.

España está hoy presidida por alguien a quien no le importa destruirla con tal de tener una posibilidad de alcanzar sus egoístas ambiciones personales, y al Partido Popular le ha preocupado en este tema más su centrismo que España.

TRAICIÓN

El New York Times ha dado a conocer parte de los planes del Gobierno de los Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo islámico. La Administración federal seguía los pasos del dinero, la savia que junto con el odio sin límites a lo occidental alimenta las organizaciones terroristas y sus actividades criminales. Tenemos que acabar con ellos, ¿no? Y tiene que hacerlo el Gobierno, ¿no? Y si para hacerlo tiene que tener control sobre las claves internacionales de nuestras cuentas, si tiene que intervenir los teléfonos de los periodistas y otros ciudadanos, pues qué le vamos a hacer. Su objetivo es protegernos.

¿No?

Mientras nos entretenemos en pensar si el Estado va a renunciar a cualquier objetivo que pueda obtener con todos los medios que se arroga con la excusa de perseguir al terrorismo, centrémonos en la actitud del New York Times y en la de sus críticos. Los más conservadores han pronunciado en un tono más elevado que otras, la palabra traición. La información del Times desbarata los planes del Gobiernos por invalidar los planes de los terroristas, en su permanente lucha por hacer de este un mundo más seguro. Pero no es la única crítica. Resulta que el Times pretendía haber desvelado un secreto que, pásmense, estaba en boca de todos. Algo así como si dijera en sus páginas que ha desvelado los secretos planes de Bush de hacer permanentes sus rebajas de impuestos. ¿En qué quedamos? ¿Ha desbaratado un preciado secreto oficial o engaña a sus lectores habiendo pretendido hacerlo, ya que se hablaba de ello hasta en las hojas parroquiales?

La reacción conservadora a la información del Times es el típico caso en el que un macrovalor colectivo nubla el pensamiento hasta dejarlo absolutamente inservible, algo que ellos mismos denuncian una y mil veces en la izquierda, y con razón. Ese valor colectivo es la fidelidad al Gobierno por lo que se refiere a nuestra seguridad. Todo lo que se oponga a sus designios, a sus manejos, a sus planes, es traición.

Pero contar la verdad, ¿es traición? Y si lo es, ¿a qué se traiciona? La respuesta no puede ser otra: a algo que no casa con la verdad, que sufre con la convivencia de una sociedad informada y que puede tomar sus decisiones responsablemente y por el contrario se crece con el ocultamiento, la propaganda y la mentira, disfrazada de verdad por profesionales. La acusación de traición a un medio de comunicación por contar lo que ocurre es el reconocimiento de una debilidad, la alianza con vacío informativo y moral.

Cuando se antepone un valor colectivo (en este caso la seguridad nacional y la fidelidad debida al Gobierno en esta materia) a los derechos individuales, como el de obtener información veraz y transmitirla, lo más valioso se pone en peligro. Puesto que estos valores supraindividuales son imposibles de asir, no se refieren ni pueden referirse a situaciones concretas, su ámbito es potencialmente ilimitado y por tanto su capacidad para arrinconar a los derechos de las personas es total.

Pero, entonces, ¿cualquier traición es inocua? ¿Toda fidelidad es innecesaria o incluso mala? Ni mucho menos. La sociedad es un entramado de afectos, dice Arcadi Espada, con profunda verdad. Esos afectos se asientan en unas relaciones de solidaridad, de acuerdos mutuos y convenciones aceptadas que permiten ese milagro de que millones de personas puedan seguir sus propias vidas en relación con el resto. Estas solidaridades interpersonales necesitan de un compromiso personal, y su violación sí es una traición moralmente reprobable. Pero no es el caso del Estado. La relación que mantenemos con él es de obediencia y subordinación. Ninguna exige un compromiso moral.



La cuestión es si el compromiso por nuestra seguridad lo tenemos con el Estado o es, aunque inaprensible, cuestión colectiva, formando parte de esa solidaridad social también inaprensible, pero no por ello menos real.

Uno de los pilares del Estado liberal (y ojo que digo "Estado" liberal) es precisamente la seguridad colectiva frente a agresores externos e internos. El cáncer de la delincuencia tiene que ser una y otra vez extirpado del cuerpo social, y de continuo brota y medra. El enemigo exterior solo espera nuestro momento de debilidad y decadencia para dañarnos y destruirnos. Con la sociedad globalizada el enemigo exterior se hace interior, el guerrero terrorista, los ejércitos en formación en campo abierto asesinos con máscaras viviendo entre nosotros en las sociedades abiertas, el conquistador delincuente.

El problema adicional de extremada importancia que tenemos es la proliferación de ADMs. El hecho de que la tecnología precisa para desarrollarla pueda llegar a estar algún día al alcance de grupos pequeños debiera ser motivo de profunda preocupación. Pues ya se sabe con solo mirar a los bolcheviques, los fundamentalistas islámicos, los etarras y un largo etcétera de minorías agresivas dispuestas a todo y opuestas a transacciones y entendimientos, que grupos pequeños dogmáticos y organizados pueden poner de rodillas a sociedades enteras; y dichos grupos harían un uso profuso de las ADMs si pudieran.

Nos encontramos sin duda ante una nueva coyuntura social que supone grandes retos y peligros, y las respuestas que deben darse quizá las traiga la propia sucesión de acontecimientos, en un proceso complejo de ensayo y error. Quizá Guantánamo sea un error, pero es también un ensayo.


La acusación de traición al NYLies es desde luego exagerada e indigna. Sin embargo, es cierto que el NYT lleva más de dos años haciendo periodismo partidista de una forma bastante burda, lo que le ha acarreado poblemas, porque llevados de su entusiasmo anti-Bush han contado más de una mentira. Como bien dices, la traición sería en todo caso a los ciudadanos, cuya seguridad puede verse afectada por las revelaciones del periódico. Eso sí que es grave, mucho más que publicar información secreta.
¿Está traicionando El Mundo a alguien revelando los "agujeros negros" del 11-M? A nadie, y además hace un servicio a los ciudadanos al señalar las graves deficiencias de nuestros servicios de seguridad.
¿Me gustaría que un periódico revelara que la policía está haciendo un seguimiento a una banda de delincuentes que intentan matarme porque al medio en cuestión no le cae bien el comisario? No, y además lo consideraría una traición. No sé si habrá algo de esto último en el NYT.
Al último párrafo tuyo, añadiría yo que a veces el tabú cumple una función importante función en los grupos humanos, pues evita situaciones que cuestionarían todas esas convenciones y solidaridades sin ofrecer a cambio ninguna alternativa. ¿Ha roto el NYT un tabú? No lo sé, pero tal vez sería un enfoque útil para estudiar el asunto.
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